Tras el intento de llamada número 44 del viernes, Yunior García responde del otro lado, en La Habana.
“Perdón, es que solo tengo señal en el teléfono a ratos”, dice el dramaturgo y activista de 39 años, quien se ha vuelto en los últimos tiempos el rostro más visible de la oposición en Cuba, informa BBC en español.
El día anterior, BBC Mundo lo había llamado 32 veces y el miércoles, 24 (incluido desde números diferentes).
“También estoy sin internet, creo que me están tratando de mantener incomunicado”, alega.
En su criterio, los problemas con su teléfono son una de las tantas medidas que han tomado las autoridades de Cuba desde que García creara una plataforma opositora llamada Archipiélago y convocara a “una marcha cívica por el cambio”.
En una inédita movida, el grupo solicitó autorización en varias provincias para realizar una protesta, fijada inicialmente para el 20 de noviembre, basándose en un artículo de la Constitución, en un país donde la oposición no es tolerada.
El gobierno anunció entonces ejercicios militares y un “Día Nacional de la Defensa” para la misma fecha, con lo que García y los demás miembros de Archipiélago -un grupo coordinado por 30 personas con variados posicionamientos políticos- decidieron adelantar la convocatoria para este lunes 15.
“Fue entonces cuando nos negaron el permiso y, al nosotros mantenernos firmes en el reclamo del reconocimiento del derecho a la marcha, que es un derecho humano y constitucional, fue que se agravó esta campaña en nuestra contra”, dice García.
Las autoridades de Cuba han dedicado largos espacios en sus medios oficiales para calificar la convocatoria de la marcha de “intento de desestabilización” y “provocación”.
Consideran que está “organizada y financiada desde Estados Unidos” y califican a García de ser “un líder creado por manuales” que “busca una confrontación del Ejército con el pueblo” y que “recibe financiamiento” de sus “amos del norte”.
Desde cuentas anónimas en redes sociales, los cubanos han sido advertidos de no salir a las calles el lunes y amenazados con que podrían ser reprimidos con palos, como ya pasó en las protestas del 11 de julio.
El presidente del país, Miguel Díaz-Canel, aseguró en la televisión nacional que estaban “alertas” y “preparados” para “defender la revolución”.
Es una situación totalmente inédita y un escenario desconocido en un país donde hasta hace poco, las protestas contra el gobierno eran sencillamente inimaginables.
Durante el fin de semana, varios activistas denunciaron detenciones, citaciones a entrevistas con las policías y amenazas y advertencias. Al equipo de la agencia de noticias EFE le fue retirada la acreditación de prensa.
En BBC Mundo conversamos con García sobre la convocatoria a las protestas, los señalamientos del gobierno en su contra y los posibles escenarios a los que se enfrenta la isla ante la potencial marcha del lunes.

El 11 de julio vimos una movilización sin precedentes en Cuba y vimos también una represión sin precedentes. Todavía, de hecho, quedan muchas personas en la cárcel. ¿Por qué entonces convocar a otra marcha si el resultado puede ser el mismo?
A través de los años, el régimen cubano ha intentado ponerse máscaras todo el tiempo, sobre todo ante la comunidad internacional y ante determinada izquierda internacional: decir que son un Estado de derecho, decir que en Cuba existe una democracia.
Después del 11 de julio, el propio presidente del Tribunal Supremo salió en una conferencia de prensa a decir que en Cuba se respetaba el derecho de manifestación y que los cubanos tenían derecho a manifestarse, siempre y cuando lo hicieran de forma cívica y pacífica.
Fue entonces cuando nosotros, apegados a eso y a un artículo de la Constitución donde se reconoce ese derecho, decidimos intentar agotar ese recurso, hacer ese camino o, por lo menos, obligarlos a ellos a quitarse todas sus máscaras.
Y creemos que en ese sentido, esa iniciativa ya ha sido una victoria rotunda, porque han tenido que demostrar ante el mundo lo que realmente son.
¿A qué te refieres?
A raíz de la convocatoria, el propio presidente ha reconocido que en Cuba no hay división de poderes.
Las Intendencias (gobiernos provinciales) han declarado el derecho a la protesta como ilegal y la Fiscalía nos ha hecho amenazas directas de que iremos a la cárcel si insistimos en defender este derecho.
O sea, de todas las maneras posibles han demostrado ante el mundo que Cuba es una dictadura, que no existe democracia de ningún tipo y, que probablemente, si somos rigurosos, no existe ni siquiera una República.
Tú has trabajado por años para instituciones del gobierno cubano, has actuado y escrito para producciones de la televisión estatal, firmaste una carta al presidente Biden contra el embargo de EE.UU. Y, sin embargo, ahora usas palabras como “dictadura” o “régimen” para referirte al gobierno de tu país, términos que dividen tanto dentro como fuera de Cuba. ¿Por qué?
Es muy complejo el tema del lenguaje. Yo siempre he querido usar un lenguaje diferente, que no sea parte de la retórica de un lado o del otro. Pero hay palabras que, sencillamente, no tienen un sustituto.
Ellos han demostrado de forma evidente que se comportan como una dictadura y que ya ni siquiera les importa guardar las apariencias.
Y como escribí hace poco, hay palabras que no te atreves a mencionar hasta que las ves desnudas frente a ti.
Realmente yo agoté todos los recursos que existen en Cuba para intentar lograr cambios por lo que ellos llaman los “canales establecidos”.
He asistido a congresos, asambleas, en la que he estado delante de las figura que gobiernan Cuba y he sido transparente y vocal y mi experiencia de vida me ha demostrado que por esos caminos no se transforma nada. Absolutamente.
En Cuba tenemos asambleas y congresos con cierta apariencia de diálogo democrático que en realidad no son más que cuartos de desahogo, donde la gente suelta sus penas y año tras año se repiten una y otra vez las mismas cuestiones, las mismas preocupaciones y todos los problemas.
Tras un comunicado que publicaste recientemente en Facebook en el que dices que marcharás solo el domingo, en el lugar del lunes, se ha creado mucha controversia sobre si esto significa que se ha cancelado la manifestación.
Lo que publiqué fue a raíz de una preocupación real que tengo, por informaciones que nos llegaron, sobre que, al parecer, estaban preparados para esperarnos en los lugares donde habíamos anunciado que nos manifestaríamos con trampas que constituían verdaderas ratoneras.
En ese sentido, dije que yo me manifestaría solo el domingo para renovar ese reclamo del derecho a la protesta, pero en ninguna parte de la declaración estaba la palabra desconvocar ni eliminar ni suspender ni postergar.
Supe que estaban pensando organizar una especie de carnaval infantil por la misma área donde teníamos pensado marchar y ya eso fue demasiado para mí.
Sabíamos también el peligro de infiltrados, de cosas que podían preparar en lugares como círculos infantiles, hospitales y otros así para culpar a los manifestantes.
Ante toda esa preocupación, en mi caso personal, yo creía que teníamos que hacer un llamado a la no violencia y a que los manifestantes buscaran alternativas para que no pusieran en riesgo sus vidas.
Porque el otro peligro que existe, que es real, es que los líderes, las personas visibles, podemos ser detenidos en cualquier momento y entonces estaríamos de alguna manera enviando a la gente hacia un lugar en el cual no podríamos estar nosotros y no podríamos estar acompañándolos, participando de esa manifestación.
Esas preocupaciones realmente me tenían atormentado y necesitaba encontrar una solución que al mismo tiempo redujera al mínimo los riesgos de violencia, pero que no significan para nada, desconvocar o privar a la gente de su derecho a manifestarse.
Pero con esos precedentes ¿te parece responsable mantener la marcha?
A eso se debe esta declaración mía, que es primero es un llamado a la sensatez y al equilibrio de las partes. Segundo, es un llamado a buscar soluciones ingeniosas para evitar poner en riesgo a los manifestantes.
En Cuba hay un refrán que dice “el que empuja no se da golpe”. Bueno, yo en ningún momento, en ningún caso, querría ser parte de ese refrán, en caso de que me lleven preso y no pueda estar.
Entonces, lo que hago es un llamado a la gente a buscar el ingenio para defender ese derecho, pero en ningún caso significa privar a los cubanos de conquistar esos derechos que nos han negado.
A raíz de la protesta ocurrida el 27 de noviembre de 2020 frente al Ministerio de Cultura de Cuba, fuiste uno de los que abogó por el diálogo, incluso cuando otros participantes se oponían. Te reuniste con Silvio Rodríguez. ¿Si la marcha corre esos riesgos, por qué no seguir apostando por el diálogo? ¿Crees que es posible un diálogo con las autoridades cubanas?
Yo sí creo que el diálogo es una solución política viable.
El gran problema con el diálogo con las autoridades es que no ha ocurrido jamás, porque nos hemos encontrado ante un gobierno que está negado a dialogar.
A ellos no les interesa dialogar porque no están listos para eso, porque cualquier diálogo al que ellos se sometan, que sea real, que sea transparente, saben que van a perderlo.
Las preguntas que hay que hacerse también es ¿qué tipo de diálogo?, ¿en qué circunstancias?
El único resultado para mí real de un diálogo es aquel en el que involucremos al resto de la sociedad, en el que la sociedad civil cubana comience a participar, que el pueblo cubano pueda decidir qué es lo que quiere.
¿Entonces coincides con el señalamiento que te han hecho en medios oficiales de Cuba de que buscas un cambio de sistema?
Yo no creo que sea legítimo que un solo ser humano pueda cambiar el sistema de un país, como ya pasó aquí.
Creo que eso tiene que ser una decisión soberana del pueblo. Es decir, son los pueblos los que tienen el derecho legítimo de cambiar la realidad concreta de su nación.
Yo soy revolucionario en el sentido real de la palabra. Así que, por supuesto, quiero cambiar mi realidad. Y eso implica darle el poder a la gente, que la gente, sin exclusiones, pueda cambiar su realidad.
Por lo que yo lucho no es por imponer lo que yo creo que va a ser el mejor país para todos. Yo quiero que la gente tenga la posibilidad de decidir cuál es el mejor país para Yunior.
Y ¿cómo ese país mejor para Yunior? ¿Cuál es la Cuba por la que tú quieres marchar el 14? ¿Cuál es el país por el que ustedes convocaron a marchar el 15?
La Cuba que yo sueño, como decía, es la Cuba de una libertad consensuada, un Estado de Derecho donde se respete realmente la legalidad y no se interprete la ley en favor del poder. Un país donde las libertades no la usurpe un grupo privilegiado.
Fuente: BBC Mundo