Estonia y Polonia desmantelan monumentos soviéticos

 Los gobiernos de Estonia y Polonia ejecutan el desmantelamiento de varios monumentos erigidos en homenaje a los soldados soviéticos que lucharon contra la ocupación nazi, informó el diario español ABC.

De esta forma, ambas países responden a la invasión rusa a Ucrania, iniciada el pasado 24 de febrero.

Según ABC, el Gobierno de Estonia ya había adelantado a principios de agosto que tenía la intención de desmantelar o reubicar todos los monumentos soviéticos, entre 200 y 400. Ahora, el ejecutivo de esa nación anuncia que la logística de la operación ya está lista.

Una de las operaciones realizadas fue la retirada de un monumento de guerra soviético llamado Soldado de Bronce, que estaba ubicado en una plaza central de la capital, Tallin. El mismo fue trasladada al l Cementerio de las Fuerzas de Defensa de Estonia.

Algo similar está ocurriendo en Polonia. El Instituto Polaco de la Memoria Nacional (IPN), que ya retiró una estatua que representaba a un soldado ruso, levantada en conmemoración de quienes murieron luchando contra la ocupación nazi, ha elaborado una lista de 60 monumentos dedicados a conmemorar la liberación del régimen nazi por parte del Ejército Rojo que ahora irán desapareciendo gradualmente del espacio público.

“El sistema comunista se introdujo con las bayonetas de soldados como este. El nazismo alemán fue reemplazado por un régimen soviético que continuó asesinando hasta fines de 1989. Por lo tanto, no hay lugar para tales símbolos en la Polonia libre. Esta es la última fase de la descomunización de Polonia”, declaró a ABC Karol Tadeusz Nawrocki, director del IPN.

El medio español indica que “aunque los monumentos soviéticos ya se habían retirado anteriormente, en el espíritu de la denominada ´descomunización´, la tendencia no despegó con verdadera fuerza hasta 2016, cuando todavía había alrededor de 200 monumentos en pie”.

La reseña amplía que la decisión de ir retirándolos “ha causado desde el primer momento tensiones con Rusia” y que generó el reclamo ante la Unesco del canciller ruso Serguei Lavrov, quien recurrió a ese organismo de Naciones Unidas para intentar detener el llamado “control de monumentos”.